domingo, 21 de octubre de 2018

Con alas en los pies

Con 76 años, su agilidad y su destreza son dignas de admirar. La observo al recibirme, mientras apurada dobla la ropa que le quedó arriba de la mesa. Corre a la cocina para preparar el mate.
Siempre suele vestirse de la misma forma: joggins, zapatillas deportivas, remera suelta. Creo que su ropa en parte la define, porque te da pequeños indicios de su gran pasión: el atletismo.
Aquello que para mí significa poco y nada, para ella fue su vida. Y es que a pesar de que sea mi abuela, esto que nos diferencia es lo que, contradictoriamente, más me hace admirarla.

Atleta por pasión, Marta Gulo tuvo como maestro a Delfo Cabrera, el campeón olímpico que se consagraría en los Juegos Olímpicos de 1948 en Londres. Él era su vecino y la observaba desde muy chica, ya que se destacaba del resto de las nenas de su edad: se trepaba en los árboles con suma destreza, tomaba impulso y cruzaba de un salto la calle y corría grandes distancias sin fatigarse. Es por esto que decide llevarla junto con su hija Hilda a entrenar al club que la vio crecer, y que hoy en día homenajea a Cabrera portando su nombre.

Es probable que aquella fortaleza física se haya trasladado en parte a su entereza espiritual, ya que la vida la puso a prueba más de una vez. A los 15 años perdió a su padre, a causa de un cáncer que se lo llevó en cuestión de meses. Si bien trabajaba desde hacía un año, frente a esta pérdida le planteó a su madre que no quería seguir estudiando. "Sólo fui los primeros tres meses al secundario, después lo dejé y comencé a trabajar en una fábrica", me cuenta, mientras sirve un mate.

Este año perdió a su hermana y a su hijo, lo cual ella resume como "dos golpes durísimos y en muy poco tiempo". Me dice que todos los días reza por ellos. No deja de limpiar y ordenar. Creo que mantenerse ocupada la ayuda a escaparse un poco de la realidad, y a despejar la mente.

El golpe del '55 que derrocó a Perón fue el que enterró de forma definitiva su deseo de convertirse en una atleta profesional. "Nos robaron la alegría. El peronismo nos había dado la posibilidad de tener un espacio en el cual entrenar, pero con el golpe, se fueron tanto nuestro club como nuestros sueños", recuerda con tristeza. Como consecuencia, se prohibió que los deportistas participaran de cualquier tipo de eventos deportivos. Fue así como se quedó sin la posibilidad de viajar al Campeonato Mundial de Atletismo, al cual Cabrera le había prometido a ella y a su hija que las llevaría a competir.

Frente a esta situación, y ya estando de novia con Luis, quien sería su esposo hasta el día de hoy y con quien tendría tres hijos, a los 17 años decide renunciar a su carrera como atleta. A partir de ese momento se dedicó exclusivamente a su familia. Sin embargo, de una forma u otra, el deporte siempre formó parte de su vida. Fue su escape, su distracción, y lo que ella define como "una de las etapas más felices". Ahora practica yoga todos los días, porque le permite comenzar su día llena de vitalidad.

No puedo dejar de preguntarme qué tan diferente hubiese sido su vida si su sueño no hubiese sido truncado. Marta es la promesa de lo que no fue, y de lo que pudo llegar a ser. Pero es esa mujer que, a mi modo de ver, aprendió a transitar la vida con alas en los pies.

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