viernes, 10 de julio de 2020

Carta para mi papá en el primer día del padre sin él


Papá: qué difícil se me hace este día (aunque no difiere mucho de los demás) el no tenerte. Todavía siento que fue ayer que te fuiste, que nos dimos ese último abrazo, que me dijiste: "yo también te amo mucho".
Me enseñaste tantas cosas, que este posteo podría ser eterno si me tomara el trabajo de describirlas. Las palabras y las fotos sólo muestran un diez por ciento de todo lo que vivimos juntos.
Me enseñaste a disfrutar la vida, a demostrar el cariño cuando se siente, a ayudar al que sea cuando sea y donde sea, y tantos valores que los demostraste con tus acciones a lo largo de tu vida. Siempre para todos lados te seguía, eras mi gran compañero.
Desde bebé me llevaste al autódromo, y me transmitiste esa pasión que hoy me corre por las venas. Mirábamos la carrera los domingos, y cuando tuve edad suficiente me enseñaste a manejar (ya nada de esto es lo mismo porque no te tengo sentado a mi lado).
Por otra parte, me enseñaste a cuidarme y defenderme, lo cual hoy valoro muchísimo.
Me enseñaste de la vida, de aprender a ser fuerte y a sonreír sin importar los obstáculos que se presenten.
Pero, ¿sabes que fue lo único que no me enseñaste? A vivir sin vos. Simplemente decías: "cuando yo no esté...x cosa". Ese "cuando ya no esté" finalmente llegó, y me partió el alma en dos. Pero te prometí ser fuerte, y lograr todo lo que me proponga, y eso voy a hacer siempre. Sólo espero que estés orgulloso de mí. Por lo demás tranquilo, que yo te llevo conmigo como bandera, con el pecho inflado de orgullo por haber tenido al papá más maravilloso del mundo.
Seguí brillando y cuidandonos, que no tengo dudas de que cuando nos volvamos a ver nos vamos a fundir en un abrazo eterno.
¡Feliz día para vos! Donde sea que estés. Acá nunca te vamos a olvidar.
GRACIAS por ser mi papá.
Tu hija que te ama con todo su corazón ❤️❤️❤️❤️

viernes, 6 de septiembre de 2019

Luchar por: el feminismo

"Ahora con este tema del feminismo", "ustedes las feminazis", "no todos los hombres somos iguales", "son unas extremistas fanáticas, siempre agrediendo al que piensa diferente".
Si habremos escuchado un millón de frases como estas, ¿no? Y lo fácil que resulta encasillarnos en un movimiento, criticarnos, no ponerse en el lugar de una y, por ende, carecer de forma considerada de empatía.
Yo creo que este es un debate que empezó hace muchísimo tiempo, supongo que desde que el mundo es mundo, y desde que la primer mujer se le plantó al hombre que tenía al lado y le dijo: "pará la mano, que yo también tengo derecho a decidir".
Y decidir, esta palabra que resuena en nuestras cabezas con mucha más frecuencia que antes...¿qué significa? ¿somos realmente capaces de decidir lo que creemos mejor para nosotras mismas sin sentirnos influidas por la opinión ajena? Supongo que no, al menos no en la forma en la que deberíamos. Porque es muy fácil juzgar desde afuera, sin sentir ni padecer lo que esa persona está viviendo.
Desde mi punto de vista, hay dos caminos posibles: la primera, no meterse, no juzgar y dejar que la mujer sea libre de tomar la decisión que crea más conveniente. La segunda opción es manifestar nuestra empatía con esa compañera que sufre, de la forma que sea respecto a la mirada patriarcal de este sistema injusto, y ver la mejor manera de ayudarla y/o acompañarla. Porque de eso se trata el feminismo, de acompañar a la mujer que tenemos al lado sin creer que somos las dueñas de una verdad única e indiscutible. Feminismo es estar, es escuchar, es comprender. Feminismo es luchar, no sólo por mi, sino por todas.

martes, 30 de octubre de 2018

El mejor viaje de mi vida

"Produce una inmensa tristeza pensar que la naturaleza habla mientras el género humano no escucha".
Víctor Hugo.

Julio de 2011. Un frío fatal invadía la ciudad de Buenos Aires. A pesar de todo, y firme como pocas personas que conozco, la abuela nos despedía desde la puerta.
Partíamos hacia Mendoza.
El viaje fue muy tranquilo, sin embargo, el cansancio de todos era notable. Al llegar, dejamos nuestras pertenencias y partimos hacia Villavicencio. A medida que avanzábamos, las montañas iban cambiando lentamente su tamaño y color. Si, su color. Comenzamos viendo unas montañas muy pequeñas y de color marrón, las cuales se tornaron blancas y aumentaron su tamaño repentinamente. No podía creer lo que mis ojos estaban viendo. La Cordillera de los Andes frente a mí. De repente comenzó a nevar, y una mezcla de emoción, sorpresa y felicidad invadían mi cuerpo y mi alma. Me sentía muy pequeña ante la grandeza de la naturaleza, pero al mismo tiempo completamente feliz de haber podido contemplar tan admirable paisaje. Nunca voy a olvidar esos hermosos días junto a mi familia, porque fueron los más maravillosos que pude haber vivido.

miércoles, 24 de octubre de 2018

La ausencia

La casa quedó finalmente vacía y ahí, colgada en la pared, estaba esa famosa foto. en ese cuadro tan peculiar y que tan buenos recuerdos me traía. Lentamente me acerqué y lo descolgué. Ahora estaba en mis manos; unos pocos centímetros me separaban de aquel momento de felicidad plena que ahora sólo formaba parte de mi memoria y que hacía tanto tiempo había quedado plasmado en una pieza de papel.

Observé esos dulces rostros, de esas dos personas que me hacían sentir absoluta y plenamente feliz. Eran ellos, mis abuelos, que ya no se encontraban físicamente como para contemplar la foto conmigo.
Ambos le sonreían a la cámara mientras me abrazaban, tratando de que congeláramos ese momento; durante un día como cualquier otro, después de que nos levantáramos de dormir la siesta. Pero, a pesar de su ausencia, yo los sentía conmigo, y sentía que, desde donde sea que estuviesen, la estaban observando y admirando junto a mí. Giré y le eché un vistazo a la habitación de mis abuelos, que a medida que pasaba el tiempo se iba deteriorando y cambiando a pasos agigantados, me acerqué nuevamente a la pared y colgué la foto, la cual sabría que tendría por siempre junto a mi, y que cada vez que la volviese a mirar, iba a recordar lo feliz que fui junto a ellos, mis abuelos.

domingo, 21 de octubre de 2018

Con alas en los pies

Con 76 años, su agilidad y su destreza son dignas de admirar. La observo al recibirme, mientras apurada dobla la ropa que le quedó arriba de la mesa. Corre a la cocina para preparar el mate.
Siempre suele vestirse de la misma forma: joggins, zapatillas deportivas, remera suelta. Creo que su ropa en parte la define, porque te da pequeños indicios de su gran pasión: el atletismo.
Aquello que para mí significa poco y nada, para ella fue su vida. Y es que a pesar de que sea mi abuela, esto que nos diferencia es lo que, contradictoriamente, más me hace admirarla.

Atleta por pasión, Marta Gulo tuvo como maestro a Delfo Cabrera, el campeón olímpico que se consagraría en los Juegos Olímpicos de 1948 en Londres. Él era su vecino y la observaba desde muy chica, ya que se destacaba del resto de las nenas de su edad: se trepaba en los árboles con suma destreza, tomaba impulso y cruzaba de un salto la calle y corría grandes distancias sin fatigarse. Es por esto que decide llevarla junto con su hija Hilda a entrenar al club que la vio crecer, y que hoy en día homenajea a Cabrera portando su nombre.

Es probable que aquella fortaleza física se haya trasladado en parte a su entereza espiritual, ya que la vida la puso a prueba más de una vez. A los 15 años perdió a su padre, a causa de un cáncer que se lo llevó en cuestión de meses. Si bien trabajaba desde hacía un año, frente a esta pérdida le planteó a su madre que no quería seguir estudiando. "Sólo fui los primeros tres meses al secundario, después lo dejé y comencé a trabajar en una fábrica", me cuenta, mientras sirve un mate.

Este año perdió a su hermana y a su hijo, lo cual ella resume como "dos golpes durísimos y en muy poco tiempo". Me dice que todos los días reza por ellos. No deja de limpiar y ordenar. Creo que mantenerse ocupada la ayuda a escaparse un poco de la realidad, y a despejar la mente.

El golpe del '55 que derrocó a Perón fue el que enterró de forma definitiva su deseo de convertirse en una atleta profesional. "Nos robaron la alegría. El peronismo nos había dado la posibilidad de tener un espacio en el cual entrenar, pero con el golpe, se fueron tanto nuestro club como nuestros sueños", recuerda con tristeza. Como consecuencia, se prohibió que los deportistas participaran de cualquier tipo de eventos deportivos. Fue así como se quedó sin la posibilidad de viajar al Campeonato Mundial de Atletismo, al cual Cabrera le había prometido a ella y a su hija que las llevaría a competir.

Frente a esta situación, y ya estando de novia con Luis, quien sería su esposo hasta el día de hoy y con quien tendría tres hijos, a los 17 años decide renunciar a su carrera como atleta. A partir de ese momento se dedicó exclusivamente a su familia. Sin embargo, de una forma u otra, el deporte siempre formó parte de su vida. Fue su escape, su distracción, y lo que ella define como "una de las etapas más felices". Ahora practica yoga todos los días, porque le permite comenzar su día llena de vitalidad.

No puedo dejar de preguntarme qué tan diferente hubiese sido su vida si su sueño no hubiese sido truncado. Marta es la promesa de lo que no fue, y de lo que pudo llegar a ser. Pero es esa mujer que, a mi modo de ver, aprendió a transitar la vida con alas en los pies.

martes, 17 de julio de 2018

Des-amor

Te aferras a la idea de que es verdadero, puro, sincero. Que se vive primero despacio y luego muy de golpe. Que parece que pasa muy rápido y descoloca tu mundo, que enciende una llama dentro tuyo de tal magnitud que sentís que quema, literalmente, cada fibra de tu ser. Que provoca esas "mariposas en el estómago", que te mantienen despiertx pensando, reflexionando, y por qué no, suspirando.
Pero, ¿por qué cuando se va se manifiesta dentro tuyo de manera completamente diferente? Tristeza, melancolía, nostalgia, bronca.
Sentías que esa zona de confort era eterna, que estabas en el cielo, aún teniendo los pies en el suelo.
¿Duele? Muchísimo. Pero de ello se aprende, como todo en esta vida.
Absolutamente todo es pasajero, todo tiene un principio y un final. Por lo tanto, sólo te queda la opción de tragar saliva, respirar profundo y decirte a vos mismx: "el desamor es pasajero. Me duele, pero sólo por ahora. Soy fuerte, y quien merezca mi amor verá en mí aquello que quien estuvo antes ignoró".
Primero estás vos, tu felicidad y tu amor propio. Nadie te complementa. Si luego otra persona quiere que le compartas eso, eso que llamamos "amor", bienvenidx sea.
Foto: Pinterest